Puerta Las Condes
Puerta Las Condes
El entorno construido nos habla de las preexistencias cuando abordamos el espacio Urbano. Los edificios y los volúmenes construidos del eje Apoquindo y Alonso de Córdova son de vital importancia para que el proyecto adquiera la condición de completar lo existente. Incluso, la “lonja” o vacío que corre a lo largo del centro comercial Apumanque, al otro lado de la Avenida Apoquindo, es considerado al momento de plantear la volumetría del nuevo conjunto, ofreciendo la fachada sur-oriente de uno de los edificios del nuevo conjunto que le sirve de contención y marco al espacio preexistente.
Se separan los programas de oficinas y hotelero-residencial en 2 edificaciones autónomas, generando en el nivel 5 un espacio de unión entre ambos edificios a través de un puente en el que se alojan los usos compartidos de ambos programas. Entre los edificios se genera un gran espacio público con carácter de plaza. Con esta operación se abre el interior de la manzana confiando en la capacidad estructuradora de este nuevo espacio para formar un conjunto armónico.
Definen la esencia urbana del proyecto el desarrollo de la plaza y el puente como dos espacios públicos inéditos en este trozo de ciudad. Los edificios del proyecto son respuesta a dichos espacios y a la condición de relación que se establece entre ellos.
La volumetría de éstos, es la resultante de la búsqueda, entre otras razones, por orientar las vistas hacia los hitos más importantes del valle apreciables en altura desde este lugar: la cordillera de los Andes y el cerro Manquehue.
En la zona del zócalo se constituyen nuevos umbrales para el espacio urbano y el conjunto de los edificios. A partir de ellos se construyen las relaciones entre exterior e interior del conjunto edificado.
Es en este zócalo donde también se produce la intermodalidad con el Metro y el programa de usos mixtos dentro del edificio. Todas las operaciones anteriores permiten enriquecer las relaciones entre los edificios y las orientaciones de vistas desde y hacia el entorno, permitiendo de esta forma la asociatividad de la masa edificada en el conjunto.
A esto contribuyen las transparencias, reflejos y opacidades de los cristales y sus planos, generando valores en el lenguaje formal de los edificios asociada a la estructura de hormigón y acero.